Duelo ‖ Víctor Alejandro Espinoza

Transiciones

 

Leo y escucho que en México vivimos una etapa de “polarización”. No se especifica si se trata de polarización política o ideológica, pero supongo que se refieren a ambas. De manera literal, la situación sería que los mexicanos asumimos una posición lopezobradorista o antilopezobradorista. A favor o en contra de las políticas impulsadas por Andrés Manuel López Obrador (AMLO). No habría medias tintas. El fiel reflejo de esta situación se estaría dando en las redes sociales, donde se discuten o se divulgan posiciones radicales.

A raíz de la llegada al poder de AMLO, se ha dado un giro radical en la política de comunicación de Presidencia de la República. Las conferencias de prensa mañaneras, establecen las pautas para la discusión del día. AMLO fija la agenda política de nuestro país. Pero, además, el estilo personal de gobernar, es radicalmente diferente al de los ex presidentes Felipe Calderón Hinojosa o Enrique Peña Nieto. En primer lugar, porque las conferencias de prensa fueron prácticamente inexistentes. A lo mucho, Presidencia entregaba a los medios de comunicación boletines de prensa que estos difundían de manera expedita. No había discusión pública: el gobierno establecía la agenda de comunicación de manera unilateral. Los medios se convirtieron en correas de transmisión de la posición gubernamental sobre los asuntos públicos y para ello se empleaban cuantiosos recursos disfrazados o no de gastos en publicidad.

Los llamados “contrapesos” de la sociedad civil se encuadraban en los partidos políticos. Quienes no aceptaban la mediación política, eran excluidos de la representación y confinados a la marginalidad: no tenían voz en los medios oficiales de comunicación que todo lo controlaban. La intensificación en el uso de redes sociales vino a transformar esa dinámica. Se rompieron los monopolios e inició una intensa comunicación horizontal.

El gobierno de AMLO rompió esos moldes convencionales. La comunicación diaria y directa y el contestar directamente cuanto cuestionamiento se le hace, también significó que el nuevo gobierno no iba a quedarse callado, no solo frente a lo que se dice por las mañanas, sino también en las redes sociales. “Respeto lo que me cuestionen, pero ejerceré mi derecho a defenderme”. Con ello se rompió la tradición de los gobiernos de no ver ni escuchar a los gobernados.

La llegada de AMLO a la Presidencia de la República, provocó una fuerte reacción en ciertos sectores intelectuales y periodísticos. En muchos de los casos me atrevería a calificarla como una reacción visceral. Desde los medios tradicionales (televisión, radio y prensa escrita) iniciaron una verdadera cruzada contra el “populismo lopezobradorista”. Me he preguntado sobre el origen de este rencor y creo que las explicaciones van desde quienes tienen temor de perder sus privilegios y los cuantiosos recursos que les otorgaban los gobiernos, hasta posiciones francamente racistas y de clase. No conciben que alguien que no cuenta con recursos económicos haya llegado al poder y con un gran apoyo popular.

Idealmente, AMLO y los miembros del gabinete deberían aguantar estoicamente cuanta crítica basada en hechos reales o inventados les endilgan estos intelectuales y periodistas que se han autonombrado representantes de la sociedad civil y, por tanto, conocedores de todos los temas. Para que no haya “polarización” exclaman, AMLO en lugar de contestar y descalificar debería “poner la otra mejilla”. Sobre todo, dicen, porque tienen la razón. Son los verdaderos “contrapesos”. En el fondo, me dice una psicóloga experta en estos temas, el problema es que no han “Superado la pérdida”. “No han llevado a cabo su trabajo de duelo”, “Eso lleva tiempo”. Perdieron la Presidencia de la República, fuente de sus riquezas y de ahí sus reacciones: se encuentran entre la negación y el coraje. Tienen la esperanza de que el sexenio termine antes y que todo haya sido un mal sueño.