El tema de la seguridad pública es, sin duda, el talón de Aquiles de todas las administraciones gubernamentales.
Solo en estos primeros cinco meses del 2019, se han cometido en Tijuana más de 17 mil delitos. Los asaltos en la vía pública prácticamente se duplicaron, en enero se registraron 74, en mayo fueron 150.
De enero a mayo se cometieron 911 asaltos violentos en comercios de la ciudad. Además de 893 homicidios en este periodo.
Podríamos empezar a citar una serie de ejemplos de éxito y fracaso, pero con la tendencia más al segundo término que al primero, como lo revelan las cifras de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE).
Así, pues el talón de Aquiles es, sin duda, uno de los principales retos a los que enfrentan las próximas administraciones.
No se trata de predisponer ni tampoco se trata de sembrar la incertidumbre en el lector sobre un gobierno que seguramente tiene las mejores intenciones de resolver el problema que aqueja a la sociedad en general, sin distinción de partidos, sectores sociales o clase, la inseguridad sigue pegándole a todos los bajacalifornianos.
En una plática con abogados locales y maestros en criminología, señalan que, aunque algunas dependencias opinan sobre la disminución de la incidencia delictiva, lo cierto es que la cifra de los delitos que no se denuncian está por arriba del 95% de acuerdo al INEGI, es decir, existen víctimas que no denuncian y esas estadísticas no están plasmadas.
Robo en transporte público, desaparición de jovencitas, asesinatos y más asesinatos, levantones en plenas “zona blindada” a cualquier hora, como que resulta increíble de entender, y aún seguimos pensando sobre la falta de capacidad de reacción o respuesta de gobierno.
Explican: la militarización de una corporación es distinta al mando militar y muy distinta al mando civil.
Tijuana, a través de su historia ha tenido algunos ejemplos, sus principales retos cuando se tiene un binomio militar Secretario-Director, son las decisiones unilaterales y atropellos al servicio de carrera policial, la seguridad laboral del policía entre otros.
La segunda opción, a la que aparentemente se le apuesta la coordinación donde el mando superior es militar, nos hace pensar en buena coordinación con la Federación, pero una separación o divorcio con su tropa, salvo que el segundo pueda ser policía de carrera, o civil con formación policial.
La tercera opción donde el civil tiene la responsabilidad de toda la institución, tenemos casos buenos y otros no tan buenos sin agraviar a la actual administración, un hombre de buenas intenciones, carente de experiencia y liderazgo pierde el control de su policía como cuando el padre no tiene control de sus chamacos, o su intermediario es más chamaco que papá.
Valdría la pena apostarle a la combinación de todo en uno solo o tres perfiles perfectamente sincronizados. Un mando militar, un mando civil que entienda y traduzca las decisiones internas al personal y, quizás un apoyo técnico que les permita ver sus coordenadas y rumbo de su navegación.
Mientras esto sucede, aún faltan meses por concluir las actuales administraciones, desgastadas, cansadas ante la ineficaz estrategia de combate a la delincuencia y lamentable fracaso reflejado a través de casos de impunidad y corrupción.
El primer reto de las próximas administraciones es la seguridad, la cual requiere de la seriedad y respeto para los ciudadanos que con temor viajan en el transporte público a trabajar muy temprano con miedo de ser asaltados, a los ciudadanos que con temor todos los días se bendicen encomendándose algún santo para que los proteja, porque tal, parece ninguna corporación lo puede hacer en la tierra.