Tijuana.- El 35% de los alimentos producidos en el mundo se pierden en vez de ser consumidos por quienes padecen hambre y es común culpar al poco crecimiento económico, pero quizás baste con una economía social que impulse la colaboración y no la competencia, porque el reto no es producir más, sino distribuir mejor.
Así lo dijo el ingeniero José Carmelo Zavala Álvarez, director del Centro de Innovación y Gestión Ambiental (CIGA), recordando que un tercio de los alimentos producidos para consumo humano, cerca de mil 300 millones de toneladas anuales, se tira o desperdicia, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El también vicepresidente de Gestión Ambiental en la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) de Tijuana afirmó que cuando la palabra “desarrollo” ya no significó lo suficiente, le agregaron apellidos como “humano”, “sustentable”, “sostenible” o “incluyente” y así pasó también con la “economía”, que hoy puede ser “social”, “solidaria”, “verde” o “azul”.
José Carmelo Zavala, quien cursó en el Colegio de México el Programa LEAD para líderes comprometidos con el desarrollo sustentable, opinó que más allá de un concepto que parezca innovador, la economía social puede y debería ser una herramienta para lograr la sustentabilidad, de manera que es un imperativo para tener éxito y un desarrollo sostenible.
“Estamos frente a una nueva era, o esa esperanza queremos, esperamos y decidimos tener por sobrevivencia o salud mental, donde la empresa concebida para generar utilidades para sus accionistas evoluciona a un ente generador y distribuidor de bienestar, de mejora en la calidad de vida de la comunidad”, comentó el experto en gestión estratégica del desarrollo.
Donde el crecimiento económico, continuó explicando, necesita tener como elemento sustantivo la distribución equitativa, donde el aumento de la producción tiene sentido cuando es acompañada de la distribución ágil y dinámica de productos y servicios, donde el comercio regresa a su concepto original y se reconvierte en el “distribuidor” que apoya su rentabilidad en equidad y precios justos.
Recordó que la economía social es el conjunto de acciones que realizan empresas, cooperativas y cajas de ahorro en busca de una transformación social, esto mediante un trabajo colaborativo, democracia en la toma de decisiones, propiedad social de los recursos, compromiso con la comunidad y distribución equitativa de beneficios entre sus integrantes.
El gobierno federal, en su portal de la Secretaría de Bienestar, indica que en la economía social “la propiedad es conjunta o en común, es decir, un grupo de propietarios socios centran su acción en el trabajo colaborativo, buscando un equilibrio entre resultados económicos y objetivos sociales, la gestión es autónoma y transparente entre todos los miembros y no está ligada directamente con el capital o aportaciones de cada socio”.
Zavala Álvarez explicó que mientras la economía clásica y la visión capitalista buscan un beneficio económico individual y empresarial, la economía social o solidaria hace su principal finalidad la distribución y consumo de los bienes y servicios existentes en el mercado de modo cooperativo, buscando maximizar un beneficio más igualitario para toda la sociedad.
“La economía social es una vía para superar la tragedia de perder el 35% de los alimentos producidos, que se descomponen sin llegar a ser alimento de un sector de la población que padece hambre, lo cual es un insulto para la sociedad; una vía para reducir la terrible asimetría social: un segmento de la población que padece hiperconsumo y desnutrida obesidad frente a otro en nivel de subsistencia atroz e inhumana”, consideró.
Hoy, añadió, frente a los cambios políticos nacionales y locales, recreamos una esperanza de cambio, no aspiramos al crecimiento económico, se suele responsabilizar de las asimetrías al poco crecimiento, pero no, tal vez baste con mejor distribución, distribución equitativa de oportunidades, de alimentos, de educación, de justicia; no más competencia, sí más colaboración y solidaridad; no más producción, sí más distribución.
“Herramientas tenemos, una batería de conceptos y experiencias: desacoplar crecimiento económico de contaminación y descarbonizar la economía; impulsar economía circular y desarrollo sustentable; producción y consumo limpios; consumo inteligente y comercio de segunda mano; agricultura sostenible y huertos urbanos; transporte limpio y movilidad sustentable; desarrollo urbano orientado al transporte; biodiversidad y reúso de agua”, opinó.
Estamos atrapados, finalizó, en falsos dilemas, inerciales y complejos, en el parto doloroso de una nueva época, pero en la diversidad, la tolerancia y la comunicación está la riqueza para las mejores decisiones, apuesto a que saldremos airosos del “gatopardismo” que también acecha para simular el cambio y conservar privilegios que ya sufrimos, de unos cuantos, ese sistema ya demostró que no es sostenible, vamos por el mejor futuro posible.